En la entrada de hace un par de días os conté acerca de mi mejor crítico en una partida de rol y hoy, día 8, toca la versión offrol. El Desafío 30 días se mete en terrenos farragosos, porque ya es más historias personales. En esta ocasión irá a bien. Otro día ya veremos. Ouch.
Pero esta vez también es fácil, porque no tengo mucho donde elegir. Mi mejor crítico alrededor de los juegos de rol sólo tiene sentido si tenemos en cuenta el contexto en que ocurrió.
- Vivía en un pueblo relativamente pequeño, de unos 20000 habitantes, en que, además, las cosas no avanzaban al ritmo que en las grandes ciudades.
- En todo el pueblo apenas éramos un grupo rolero de media docena de habituales y tres o cuatro más ocasionales.
- Eran los 90, que allí eran casi como los 80.
Pues así y con todo conseguí que un par de compañeras de clase se sentaran a la mesa a probar lo que era el rol. Ni más ni menos, ni menos ni más. Dadas las circunstancias dadas era como tener dos unicornios en la mesa de juego. Tampoco duró mucho, apenas unas cuantas sesiones, pero estoy orgulloso de aquello porque durante unas semanas pudimos salir de «la afición es un campo de nabos». Jugaron Señor de los Anillos y Vampiro la Mascarada, que tampoco es que tenga mayor relevancia pero ahí queda el dato.
Tal vez algún día cuente como anécdota, cómo una de ellas llevaba camino de convertirse en el mayor genocida que hubiera conocido la Tierra Media. Menuda bestia sedienta de sangre. Era difícil pensar que fuera «de los buenos». Sauron todavía tiembla ante su recuerdo.
Y si hoy, el día 8, te he contado de críticos, mañana te contaré la pifia equivalente. Que lo cortés no quita lo valiente. He dicho.
