Si ayer te contaba mi mejor crítico, hoy te voy a contar mi mayor pifia. Hemos llegado, por tanto, al día 7 del Desafío 30 días rolero. Y sin fallar todavía. Este blog jamás ha tenido tanta constancia.
Elegir mi mayor pifia no es fácil para nada. He tenido muchas y muy espectaculares, incluyendo romperme el cuello intentando descabalgar (no mi rohirrim) o dispararme un cohete a los pies. Todo cosas que causan muchas risas después pero que al final son sólo unas malas tiradas sin más. Sólo hay una persona capaz de sacar peores tiradas que yo y él sabe quién es.
Pero la más monumental y mayor pifia de mi historia tuvo poco que ver con los dados y mucho con creerme más listo que nadie. La chulería como base del fracaso.
Jugábamos una partida de Star Wars D6. Yo había creado un personaje que parecía un negativo de Darth Vader: embozado del todo y en blanco. Además tenía el añadido, fundamental, de haber creado un sable de luz silencioso por completo y cuya hoja era totalmente transparente. Mi personaje pensaba que así sería más difícil de bloquear. Nunca pensó en que fueran a desarmarlo y estropearlo. Es difícil que os podáis imaginar cómo de difícil y truculento puede ser recoger y enfundar un sable de luz que sólo puede saberse si está encendido por las mutilaciones que provoca.
Seguro que conocéis casos de jedis que han perdido manos en duelos. Pero ahora, además, conocéis el caso del jedi que perdió los dedos intentando coger del suelo su propio sable. ¿Es o no como para encumbrarlo a las más altas cotas de las pifias en el rol?
Mañana vamos más allá del rol y os contaré cuál fue mi mayor crítico alrededor de los juegos de rol (que no dentro de ellos).
