En mis grupos de juego nunca hemos sido de pegarnos sesiones maratonianas de jugar (ni siquiera con juegos de estrategia, como cuando intentábamos jugar las batallas de Warhammer 40000 más grandes posibles allá en la época de la 2ª edición), así que no hay mucho donde elegir.
La única candidata a partida “muy larga” que me viene a la cabeza fue una partida que jugamos en la madrugada de un Viernes Santo, rondando el año 96 seguramente. Empezamos cerca de la una de la madrugada y dejamos de jugar (ya por abandono de buena parte de los jugadores, que estaban para el arrastre) a eso de las 10 de la mañana del sábado.
Era una partida de Vampiro La Mascarada (primera edición) y además batimos el propio record de asistencia que hubiera por aquí: como si nos lo hubiéramos propuesto para las fechas, nos reunimos doce jugadores y un DJ. Una cosa muy espectacular en cuestión numérica que, tengo que decirlo, es bastante inmanejable a nivel de partida (y en cuestión de Vampiro, una patada directa al trasfondo).
Nunca repetiré experiencia de intentar dirigir a tantos jugadores a la vez, ni permitir que en mi mesa se siente ningún jugador con síndrome de attention whore.