Un dado azul de 30 caras con la del 30 bien visible en el centro. Dividido a un lado y otro, aparecen los rótulos "DESAFÍO 30 DÍAS" (o Desafío 30d), con letras de estilo medieval, color muy oscuro y un ligero efecto de biselado.

Desafío 30 días, día 10: La historia que siempre recuerdo con mis amigos

Como la entrada de ayer fue un poco bluf, hoy os voy a compensar con alguna historia más jugosa. Bueno, no sé si esa es la palabra, pero como tampoco estoy seguro de si es especialmente divertida. Esto de llegar al día 10 del Desafío 30 días y no fallar ninguno es algo que no me esperaba. Y vosotros tampoco.

El caso es que cuando mis compañeros de rol nos hemos juntado en cada ocasión, no nos vienen tanto a la cabeza aventuras o partidas concretas sino anécdotas. Por eso lo que voy a contaros alguna de esas anécdotas.

De mi primer grupo de juego siempre recordamos a Bonifacio. Era el burro que habíamos comprado para cargar con las vituallas y el botín en nuestras partidas de MERP. Cada uno lo quería más que a los demás PJs.

En aquella época también hacíamos bromas con Bimbo Bolsón, que era el hobbit del grupo. En realidad no se llamaba así, como muchas veces nos recordaba su jugador, sino que su nombre era Goldo Tuck. Pero no se puede luchar contra los elementos y al pobre nadie lo llamaba por su nombre real. El pobre estaba tan orondo que hacíamos bromas constantes sobre ser nuestra reserva de carne de emergencia y hacerlo filetes si la comida escaseaba. De estar esponjoso y estar hecho filetes a llamarse Bimbo va un pasito muy corto.

Otra con la que siempre nos reímos ocurrió en Cyberpunk 2020. Por lo que sea aquel día al master se le ocurrió que, cuando se disparaba en ráfagas, el daño de cada bala se sumaba antes de aplicar el blindaje del objetivo. No funciona así, claro: sacas el daño por bala, quitas el blindaje y lo que te queda lo multiplicas por el número de impactos. El método del máster de aquel día nos permitió huir tras una extracción tumbando todo lo que se pusiera por delante. Una rafaguita y caían los guardias corporativos más blindados. Otra rafaguita y dejaban de funcionar los coches de la poli. Unos tiritos por ahí y abajo con los vehículos de combate VTOL.

Aquello fue la fiesta de los calibres canijos. Hasta el más tirillas se bajaba cualquier cosa sólo por apretar el gatillo. De esto hace seguramente quince años y todavía nos reímos cuando nos juntamos.

Podría seguir así por toda la eternidad, pero algo me tendré que guardar para escribir otras entradas. Así que por hoy lo dejo aquí y en la próxima entrada os cuento cual fue mi personaje preferido.

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