De todas las cuestiones fisionómicas relativas a la naturaleza de las especies del orden Draconidae, probablemente la menos estudiada haya sido la de su portentoso aparato fonador, sin duda eclipsado por la cercanía del característico mecanismo que les permite expulsar sustancias en combustión por la boca.
Si bien el llamado aparato piroexhalador comparte en casi un 75% de extensión el espacio en el cráneo y el cuello con el sistema fonador de los dragones, no existe en todas las especies, siendo además vestigial o inútil más allá de los rituales de apareamiento en la mayoría de tipos de dracónidos. A pesar de todo, para evitar posibles confusiones posteriores y dada una función secundaria en algunas especies, lo comentaremos superficialmente.
El aparato de piroexhalador consta únicamente de dos partes diferenciadas: los conductos magmáticos y la vejiga piroplasmática. La vejiga se sitúa justo tras el cráneo, desde la base del cuello y extendiéndose a lo largo de éste en una longitud que depende de la especie y la edad del ejemplar. Se trata de una bolsa flexible y musculada, con forma bilobular, rodeada de una serie de glándulas que generan el piroplasma (glándulas de Gardner-Liu) hasta alcanzar una presión máxima en la vejiga y otro grupo glandular que recubre con una mucosa protectora las paredes de la vejiga (glándulas de Hitckber).
La vejiga está bajo la zona del cuello con las escamas de mayor grosor y resistencia, rodeando el final del cuello y cubriendo la zona cercana al cerebro más sensible al daño: el comienzo de la espina dorsal. Se postula que ese posicionamiento se debe a una adaptación defensiva contra otros depredadores: siendo la parte más difícil de proteger, un ataque que dañara al dragón en ese área (y por lo tanto, probablemente lo dejaría indefenso o muerto) provocaría la ruptura de la vejiga y la exposición del piroplasma al oxígeno, causando una explosión e impregnando de material inflamable al atacante, que resultaría herido de gravedad o incluso muerto como resultado de su propio ataque.
Los conductos magmáticos unen la vejiga con la boca de dragón, a través de dos orificios gemelos en el paladar. Dos fuertes válvulas (válvulas magmáticas anterior y posterior) regulan el paso del piroplasma entre cada uno de los tres estadios del flujo de expulsión: vejiga, conductos y boca. En un proceso normal de expulsión, el dragón acompasa una contracción de la vejiga piroplasmática y una potente exhalación, de manera que el piroplasma pasa a los conductos magmáticos y de éstos a la boca con la suficiente presión y velocidad de expulsión como para que entren en ignición por reacción con el oxígeno ambiental a una distancia segura de la boca y el resto del cuerpo del dracónido.
Volviendo al aparato fonador, nos encontramos con un sorprendente parecido con la anatomía de los primates superiores, contando con estructuras similares en todos los niveles.
Las especies del orden Draconida tienen en la garganta el punto de unión entre los aparatos digestivos y respiratorio, separando ambos por la epiglotis. En el último tramo del aparato respiratorio, entre la epiglotis y la tráquea, encontramos las sobresalientes cuerdas vocales, que presentan la más notable diferencia respecto del funcionamiento que cualquier otro animal pudiera tener.
Casi todas las especies de dracónidos poseen tres conjuntos de cuerdas vocales de diferente grosor, disponiendo cada grupo de capacidades diferentes en cuanto a timbre y vibrato. Los tres grupos de cuerdas vocales, llamados alta, media y principal, debido a la frecuencia de los sonidos que son capaces de producir y nombradas en el orden que se encuentran en el sentido de más exterior a más interior, actúan de manera simultánea generalmente provocando un solapamiento tonal que recuerda a un pequeño coro, aunque siempre la principal ejerce una relevancia predominante y ésta es la que se tiene en cuenta a efectos de estudio general de foniatría y etología (dos disciplinas íntimamente relacionadas en el caso de estas criaturas, como después veremos), denominándola “voz”.
En los primeros estadios de crecimiento, incluyendo las primeras décadas de vida (puede oscilar entre las 3 y las 6 décadas, dependiendo de la especie), la voz es extremadamente aguda, permitiendo comunicarse a los polluelos con los parientes a través de ultrasonidos y posteriormente de tonos agudos similares a silbidos.
A lo largo de la evolución corporal y el aprendizaje, los dragones son capaces de modular de forma independiente los tres conjuntos de cuerdas vocales, desarrollando la capacidad de “hablar a tres voces” y aprendiendo a imitar los sonidos de otras criaturas, utilizándolo como reclamo para sus presas y durante la época de apareamiento, de manera que parece que un mayor dominio de la capacidad vocálica hace a los ejemplares más atractivos al sexo opuesto. Aunque los indicios parecen bastante firmes, está por confirmar la capacidad de algunas especies de imitar el habla humana de la misma manera que hacen los loros o los cuervos.
Se han obtenido grabaciones de ejemplares ancianos de Draco Australis capaces de comunicarse a través de modulaciones infrasónicas, pero debido a la escasez de ejemplares tan viejos y lo esquivos que resultan, ha sido imposible comprobar si es algo generalizado en otras especies del mismo orden o sólo de los ejemplares de Australis.
Existen indicios también de que algunos ejemplares son capaces de contraer la musculatura facial para “rellenar” las cavidades craneales superficiales y utilizarlas como cajas de resonancia variables, aumentando más aún la variedad de sonidos que son capaces de producir. De la misma manera, la vejiga piroplasmática puede contraerse o expandirse ligeramente para ejercer un efecto similar sobre las cavidades de la base del cráneo, presionando también contra el hueso para amortiguar la vibración.
«De Natura Draconis«, Aliss Qurba
5 respuestas
Woah. Buen trabajo. No sé si has llegado a leer alguna vez «La caverna del Dragón» un libro-juego de la serie «La búsqueda del grial». Allí daban una explicación desde un punto de vista distinto. Aquella era menos creíble pero lo curioso es que ambas se acercan al fenómeno desde lo biologicista en lugar de desde la mística, pero ambas proponen soluciones muy diferentes. Lo cual tiene lógica y consistencia desde el punto de vista de la la biología, desde la que se ha observado como funciones similares (el ojo, por ejemplo) ha evolucionado varias veces de forma separada en distintos tipos de animales. Es como si tu dragón y el otro que menciono hubieran desarrollado la misma necesidad (expulsar fuego) en mundos distintos y la hubieran llegado a desarrollar por vías diferentes.
Que me encantan este tipo de especulaciones, vamos. 🙂
No conocía el libro que me dices, Calaboso, tampoco tuve la suerte de tener en mis manos muchos librojuegos y son algo que se me escapa bastante (excepto 3 o 4 de Elige tu propia aventura, que todavía rondan por casa).
Mi explicación del tema es por una mala costumbre que tengo (o no), de convertir toda la fantasía en elementos más o menos creíbles y hasta convertir toda la «magia» en expresiones naturales, así que… De todas formas, lo que comentas es perfectamente factible, ya que diversas especies animales llegan a evolucionar de forma similar aun sin ser la misma o a solventar los mismos problemas de formas diametralmente opuestas dentro de un mismo entorno.
Me alegro que te haya gustado, así me costará menos ponerme a escribir la próxima vez que me patine la neurona en esta dirección de los artículos. Jejeje.
Genial!! XD, Habría algún que otro término que cambiaría para que pareciese más «científico» pero me ha gustado.
Un saludo
Ya quisiera yo tener algo de formación al respecto para haberlo podido hacer más científico, pero sólo dispongo de unos cuantos conceptos y las búsquedas en internet para salpicarlo de datos que den una cierta apariencia de cientifismo para los que son tan legos como yo. XD
De todas formas, se aceptan revisiones para que tenga más categoría cienttífica. ¿Eh? (Guiño, guiño, codazo, codazo)
Oído cocina!!! En un rato reviso y te digo 😉