Hace veinte años Penrod Leuenberger se trasladó a Berlín (o, como gusta llamar a los propios alemanes Welthaupstadt Germania) después de vivir toda su vida en Suecia como un obrero de la construcción a quien las cosas le fueron lo bastante bien como para crear su propia empresa y dedicarse a gestionarla en lugar de trabajar con sus propias manos. Junto a él estaban su esposa Mallory, su hija Zelinda de 16 años y los gemelos Walter y Herman, de 13.
Durante veinte años han tenido una vida ejemplar, estableciéndose en la ciudad y teniendo relación con multitud de personas. Los hijos de Penrod, incluso, han formado sus propias familias y tienen hijos.
El pasado día uno de enero desaparecieron sin dejar rastro, todos, abandonando sus trabajos y obligaciones familiares, provocando una investigación de la Policía de Orden Público e incluso ha llamado la atención de la Gestapo. Nadie entiende qué ha ocurrido.
El pánico se extiende a la misma velocidad por las calles de Berlín que por los despachos de la CIA en el corazón de los Estados Unidos: los Leuenberger son una célula durmiente e independiente de especialistas en asesinato y terrorismo sucio, creados a partir de un proyecto descendiente de MK Ultra. De alguna manera han recibido la secuencia de activación por medio de la emisión de TV de la nochevieja.
Penrod y su familia llevan veinte años preparando el asesinato sistemático de muchos miembros importantes del gobierno alemán, aunque nadie sabe quiénes, y si llevan a cabo sus planes en la actual situación mundial puede acabar en otra guerra abierta a gran escala. Deben ser detenidos a cualquier precio.
Esta aventura puede ser jugada por espías extranjeros en territorio alemán o por miembros de las propias fuerzas de seguridad estatales. En el primer caso cuentan con la ventaja de saber con quién se las van a ver.
En esencia sería una investigación preliminar para identificar los posibles objetivos y lugares donde puedan estar situados los Leuenberger, sobre todo interrogando a sus familiares alemanes, para después reunir pruebas en los posibles lugares francos y secretos, e interferir con perjuicio máximo a los cinco durmientes. Por supuesto no va a ser fácil: su ocultación se ha basado en aparentar la perfecta familia alemana más que en ser perfectos cubriendo las pistas, pero su entrenamiento de combate y la implacable tenacidad nacida de las drogas de control mental y el condicionamiento psicológico, los convierte en unos adversarios muy peligrosos. Llevan días o semanas de ventaja cuando comienza la aventura para los PJs, así que es probable que ya hayan cometido algún asesinato, estén cerca de cumplir con otro objetivo, o incluso peor.
Jugando con espías infiltrados es más fácil estar prevenido contra las capacidades de la familia, pero a cambio es imprescindible causar el menor revuelo posible para evitar que la Orpo y la Gestapo se echen también encima (cosa que será más fácil cuanto más tiempo pase y más puedan actuar los diferentes miembros de los Leuenberger).
Jugando con las fuerzas de seguridad alemanas es mucho más fácil poder hacerlo abiertamente. Aunque lo más probable es que, ya que desconocen por completo quiénes son en realidad los Leuenberger, descubran por las malas que son unos asesinos despiadados y muy eficientes.
¿Y cómo son los Leuenberger? La perfecta familia alemana: metódica, ordenada, expeditiva, llena de biomods, inasequible al desánimo e imparable. La única manera de frenarlos es matándolos; y tanto sus mentes como organismos están diseñados incluso a nivel genético para que sea casi imposible.
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