La llamada Matanza de los Inocentes es un hecho narrado en el Nuevo Testamento cristiano, en el evangelio de Mateo y algunos apócrifos. Es un episodio por todos conocidos: Herodes, Rey de Judea y vasallo de Roma, tras conocer por la visita de unos hombres sabios venidos de Oriente (los Reyes Magos, vaya), ordena asesinar a todos los niños menores de dos años de la zona. Este acto vil de Herodes I el Grande (o no) tenía como objetivo evitar la pérdida de poder romano y, por tanto, suyo propio. Nos servirá para ilustrar cómo, definiendo bien las motivaciones de los malvados, podemos crear antagonistas e historias mucho más interesantes.
En muchos casos, yo el primero, tendemos a abusar de personajes antagonistas demasiado planos. Anteponemos la acción de la aventura al trasfondo de la que surge y dejamos sin definir los motivos por los que ésta existe. De por qué los adversarios que están detrás se convierten en enemigos y, por lo general, malvados.
Creo que hay dos cosas que todo creador de juegos de rol tiene en mente cuando crea una historia: diversión y emoción. Que la mesa disfrute y, a la misma vez, tenga un componente emocionante que la haga memorable y se recuerde el máximo tiempo posible.
Una de las formas de alcanzar el objetivo de ser memorable es que «el malo» sea creíble y su maldad tenga un fondo coherente. Con unas motivaciones de los malvados únicas y creíbles, por ejemplo. El malo memorable es un atajo para convertir una aventura en una historia que persista en el recuerdo.
En la mente del villano, algunos ejemplos
Pero para que ese adversario sea así, antes de nada tenemos que tener claros dos detalles de la mente del villano.
La primera es que dentro de su punto de vista, para el bellaco, sus actos no están mal o, al menos, son un mal menor. Da igual cuán aberrantes parezcan sus acciones: siempre tendrá una justificación para lo que hace, aún cuando los demás no puedan verlo. Herodes tomó una decisión política en la que, al no saber quién era el niño que podía disputar el poder, matarlos a todos mantendría el status quo y evitaría una guerra civil. Erzsébet Báthory asesinó a muchas jóvenes para mantener la juventud porque, según decía la nobleza, la vida de los súbditos no tenía valor. El terrorista Anders Breivik justificó sus atentados bajo una ideología de extrema derecha y una visión distorsionada de la historia de los templarios.
La segunda es que el fin de sus actos les beneficia de alguna manera, incluso si sus resultado es que sea capturado o muera. Para algunos, incluso, sus fines son más grandes que la vida y su propia muerte es un medio para conseguir algo mayor. Estos se consideran a sí mismos mártires de la causa, aunque esa causa sólo exista para ellos. Burke y Hare asesinaron a una serie de personas para vender sus cuerpos para estudios médicos. Josef Mengele torturó y asesinó de maneras inenarrables a miles de prisioneros de campos de concentración nazi «en nombre» de la ciencia y la medicina. Vlad Tepes creó bosques de empalados como castigo ejemplar y, a la vez, crear una imagen temible que mantuviera a raya a sus enemigos bajo control por puro miedo.
Motivaciones de los malvados de ficción
Siguiendo estos ejemplos podemos plantearnos que nuestros antagonistas tengan objetivos justificados y beneficiosos. Encontrar cuáles sean puede ser lo interesante, o al menos plantearnos cómo son desde el punto de vista del mal.
La ficción tiene grandes posibilidades de mostrar cómo las cuestiones morales están plagadas de tonos de gris. Somos capaces de empatizar con quienes cometen actos terribles, si sus motivos nos parecen nobles o comprensibles. Aunque en esos casos puede alcanzar cotas peligrosas o servir para ver de qué pie cojea cada uno.
Los actos malvados no siempre son obvios ni tienen explicaciones claras, aunque yo haya casos muy evidentes de una forma algo maniquea. La mayoría de las veces son más sutiles, menos violentos y el daño que causan horada poco a poco su alrededor. Por igual, las razones pueden ser desconocidas, o incomprensibles, sobre todo cuando el villano actúa a través de otros. Porque todo malvado que se precie tiene seguidores y secuaces, que lo alejan de los puntos de contacto. Más cuanto más poder acumula (imprescindibles en los juegos de rol). ¿Dónde si no habrá más malvados por metro cuadrado que en empresas de Wall Street o en los despachos de gobiernos?
El lunes, el resto (suponiendo que haya alguien con ánimo de leer el último día del año).
Un comentario