Una nueva entrada sobre cine de Serie B dedicada a una serie televisiva, lo que empieza a ser una costumbre. Si fea o bonita ya veremos. Lo que no es bonito es lo que vamos a ver en cada uno de los capítulos de Blood Drive, la creación de un bastante desconocido James Roland. Una locura de la que sólo me llamó la atención el tráiler loquísimo y de la que no esperaba absolutamente nada.
Me equivoqué por completo. A pesar de estar hecha con unos medios reducidos, Blood Drive es todo una oda a la explotación y los argumentos más locos que se daban en la serie B y Z de los años 70 y 80 pero que ahora suelen dar demasiado miedo para invertir en ellos. Es que tiene de todo: tipos duros, tipas duras, sangre, violencia, coches de gran caballaje, mutantes, demonios,… ¿qué más se puede pedir?
El argumento de Blood Drive
Es un futuro alternativo. La minería por fracturado ha causado que los EEUU se partan, literal, por la mitad, con una grieta que llaman La Cicatriz. El agua y otros productos de primera necesidad, como la gasolina, escasean. Por supuesto una gran corporación, Heart Enterprises, saca provecho obteniendo de alguna manera tecnología de ella.
Uno de los usos más peculiares de esta tecnología son los motores de vehículo que funcionan con sangre humana como combustible. Aunque esto es un secreto es uno de los motivos por los que puede realizarse una carrera ilegal a muerte, que puede hacer muy ricos a sus ganadores. Por avatares del destino el poli Arthur Bailey (Alan Ritchson, antes de mazarse tanto que no cabe en una puerta de lado para Reacher) tiene que unir fuerzas con la tipa dura Grace D’Argento (Christina Ochoa, la nieta de Severo) para sobrevivir a la carrera.
A partir de ahí es una locura tras otra, descubriendo el trasfondo de ese mundo en cada etapa de la carrera a través de eventos y situaciones que no siempre tienen que ver con ella. Es mejor no saber mucho.
La crítica
Es un crimen que esta serie no tenga segunda temporada, vaya eso por delante. Esta hija bastarda de La carrera de la muerte del año 2000 y Deadlands Hell on Earth, es todo lo que los fans de la Serie B más desprejuiciada podemos querer.
Blood Drive pretende ser un remedo de las exploitations y grindhouses de los 70 con mucho humor. El argumento es delirante, las situaciones absurdas, el gore abundante, y los guiones carecen por completo del más mínimo sentido de la vergüenza. Pero esto es lo que es y justo por eso es que la serie es tan divertida capítulo a capítulo (aunque el nivel no es constante). Casi todo lo que hace lo hace bastante bien y eso significa que a veces es cutre a rabiar. Todo en Blood Drive destila amor por la explotación y cualquier momento es bueno para una buena explosión de tripas, mutilaciones y bromas violentamente crueles.
La serie no se toma muy en serio a sí misma nunca, lo cual permite que las cosas más descabelladas entren bien. Pero los actores están muy metidos en sus inverosímiles papeles, a la vez que se lo pasan bien, que encajan como un guante. Mención especial a Colin Cunningham, en el papel de Slink (el presentador de la carrera), al que yo no conocía y que está desatadísimo en su interpretación del desquiciado presentador de la carrera. Una interpretación que el Nicolas Cage más desenfrenado habría podido firmar. Los extras, por su lado, no son especialmente interesantes pero sí que hay algunos personajes que te harán mirarlos dos veces. La mayoría están ahí para acabar muriendo de alguna manera grotesca.
Puestos en temas más físicos las escenas de acción están bien y merecen especial atención los efectos prácticos. Porque en Blood Drive todo es a base de efectos prácticos. La sangre salpica de verdad y los miembros cercenados son genuina goma. En serio está bastante bien todo y estoy bastante seguro de que podrían haberlo hecho más realista pero prefieron que a veces se notara la silicona. Éste es el nivel.
Mira, es que no sé qué estás esperando para verla.
Son 13 episodios de 50min que no se pueden ver en un rato tonto del tirón como Darkplace, pero que se puede gozar y mucho en dos pequeñas maratones.