Fotograma de Scarface, el precio del poder. Se ve a Fragmento del cuadro La matanza de los inocentes, de Rubens. Una masa de cuerpos desnudos o semidesnudos, unos pocos con coraza, de hombres adultos, enzarzados en un combate con mujeres que protegen a sus bebés. La escena representa la ejecución de la orden de Herodes de asesinar a todo niño menor de dos años. Es un ejemplo de las muchas motivaciones de los malvados para cometer sus actos.

La matanza de los inocentes, motivaciones de los malvados (II)

En el artículo anterior ya hablamos de la importancia de que los villanos tengan razones para ser malvado y de cómo para ellos está justificado. En este nuevo artículo vamos a repasar algunas de éstas y cómo pueden hacerlo (justificarse). La justificación puede que no salga durante la partida del juego de rol, pero tenerla ya le da una profundidad (y a lo mejor rellena un clásico discurso de malo bocazas).

Ambición material

Aunque lo evidente es el dinero, lo que se ambiciona puede ser un objeto, algún tipo de riqueza no monetaria o incluso una persona. El príncipe Paris sedujo a Helena de Esparta, provocando la consabida Guerra de Troya. Mengele o Báthory también ambicionaban cosas: conocimiento el primero y eterna juventud la segunda.

Poder

Algunos sólo quieren más poder. El poder porque es un fin en sí mismo o, como dice el código Sith: con el poder obtengo victorias. A través de él se consigue estar por encima de otros, o se gana la propia libertad, y los actos reprobables pueden llegar tanto por buscarlo como para mantenerlo una vez se tiene. Además posee una capacidad corruptora que hace que alguien que puede buscarlo por motivos legítimos, acabe convirtiéndose en un villano.

Por supuesto que hay muchas formas de poder. El de la fuerza, de las armas, el político, etc. Mientras un personaje puede querer uno, otro puede confiar en el tipo de poder opuesto. El adversario más peligroso será el que sepa mantener un equilibrio entre todos. Como en la trilogía de El Padrino.

Notoriedad

Aunque puede considerarse una ambición, es un intangible que, por extraño, merece tratarse aparte. Los malvados que tienen estos motivos son personas que buscan la fama, que se hable de ellos y su recuerdo perdure. De entre todas las razones para ser malvado, ésta es una que con más facilidad trasciende todos los límites morales. Uno que lo consiguió fue Mark David Chapman, famoso por asesinar a John Lennon.

Una orden superior

En nombre de dioses o poderes superiores se han cometido auténticas barbaridades en la historia de la humanidad. Una vez que se implanta un sistema de creencias o moral, si éste se pervierte o integra de base ideas excluyentes sobre otras existencias o concepciones, puede llevar a los seguidores a actos inenarrables. “Deus le volt” (Dios lo quiere) fue la justificación para las Cruzadas, donde las masacres de “infieles”, el saqueo, pillaje y captura de esclavos estaba a la orden del día. Charles Manson, instigó a sus seguidores el asesinato de Sharon Tate, entre otras víctimas, porque era “la voluntad de Dios”. Él podía estar loco, pero sus seguidores sólo creían en que era la voluntad divina.

Además hay estudios psicológicos que parecen indicar que, cuando se recibe una orden de un superior, se suspende en buena parte la valoración moral de los actos. «Si la orden viene de arriba es que debe ser bueno» es una certeza muy peligrosa.

Venganza

Se dice que la venganza es un plato que se sirve frío, pero es una motivación poderosísima para las personas. Hasta el punto de consumir la existencia misma, convertirse en el centro de la vida y acabar con toda idea de moralidad de una persona. Es obvio pensar en el tropo de la ficción de vengar la muerte de un ser querido, pero en el mundo real la gente se venga también porque frustren sus planes, porque considere que se le ha causado un perjuicio o por una ofensa. A veces incluso existen venganzas por motivos que sólo el vengador entiende. Como lo que ocurrió en la tristemente célebre masacre de Puerto Hurraco, por ejemplo.

De todas las razones para ser malvado, ésta es la que más fácil es de excusar cuando se entiende que es una venganza retributiva. Al fin y al cabo, ¿quién no entiende que alguien se vengue cuando se le causa un gran daño? Esto es, por ejemplo, lo que ocurre en la película Un ciudadano ejemplar, donde aplaudimos actos de venganza brutales e incluso inhumanos.

Supervivencia

En ocasiones la supervivencia de algunos puede significar la muerte de otros, ya sea como acto de defensa o para asegurar mejores opciones para superar una situación. A veces quien comete el acto es tan víctima de las circunstancias como el dañado, y el recuerdo de los hechos pesan en la conciencia durante toda la vida. Otras veces se le coge el gusto y se convierte en pura maldad. Es el caso de Alexander Pearce, un criminal irlandés convicto en Tasmania, que se fugó varias veces de prisión y en todas asesinó a sus compañeros para usarlos como alimento.

Miedo/Odio/Miedo

El miedo y el odio van de la mano, aunque es cierto que el odio puede existir sin más (aunque a lo mejor, como razones para ser malvado, estaríamos en la venganza). Tememos a las cosas que no conocemos. Preferimos no conocer a las cosas que tememos. De las razones para ser malvado es posible que sea la menos excusable, pero en el mundo real tenemos demasiados ejemplos. Aquellos que sufren de miedo y odio reaccionan intentando reducir o aniquilar aquello que no encaja en su visión del mundo o que le asusta. Para ellos es mejor arrasar que compartir existencia.

Son conocidos cientos de conflictos étnicos y poblacionales que se muestran cada cierto tiempo en forma de masacres o guerras civiles (como la antigua Yugoslavia, Ruanda, etc.). Aunque en esta clase de conflictos casi siempre hay alguien también, detrás, que lo alimenten por ambición o poder (como en Diamante de sangre).

Locura

A pesar de que estaremos hartos de escuchar «está loco» cuando alguien comete un acto de violencia incomprensible, lo cierto es que la mayoría de quienes llaman locos por esto no son tales. Solamente nos es imposible de entender por qué.

Pero a veces ocurre que algunas patologías pueden llevar a creer cosas o tener ideaciones que pueden llevar a cometer actos que, a nivel moral, todos podemos considerar malvados. El Joker, el enemigo de Batman, es malvado porque comete crímenes cuya retorcida mente puede considerar divertidos o, incluso, porque cree que es su deber existir como contrapeso al hombre murciélago. En el mundo real Álvaro Bustos, cantante de éxito en los 70, mató a su padre porque creía que era la encarnación del mal. O Richard Chase, el vampiro de Sacramento, que estaba convencido de se pudría por dentro y sólo podía evitarlo bebiendo la sangre de sus víctimas (y comiendo ciertas partes).

Jigsaw, el malvado de la saga Saw.
El maluto de Saw encima va de salva vidas y aleccionador.

Es una solución necesaria

Algunos malvados pueden tener ideales positivos, elevados o incluso que se pueden considerar positivos, pero por su historia o lo que han conocido llegan a la conclusión de que no se pueden conseguir por las buenas. Para estos villanos sus actos son un mal necesario para conseguir un bien mayor que los redimirá, aunque la realidad es que sean una pendiente muy resbaladiza.

Esto llega a convertir en enemigos a personas que de otra manera podrían estar en el mismo bando ideológico. Por ejemplo, cuando un luchador por un por la libertad de su pueblo toma el camino de asesinar inocentes en su camino cara conseguir su objetivo. Más o menos como ocurre en la cinta Black Panther.

En resumen

Como se puede ver, los motivos detrás de actos moralmente malvados son muchos y variados: el horror y la violencia casi nunca surgen de la nada. Siempre existe algo detrás que los impulsa y conocer qué es puede convertir a un enemigo anodino en alguien mucho más interesante.

Asegúrate de que ese nuevo malo para tu partida de rol tiene un trasfondo detrás que dé sentido su maldad y conseguirás que la mesa tenga sentimientos hacia él. Unos sentimientos que pueden ser repugnancia, odio, tal vez incluso comprensión, que pueden conseguir mucho más por la partida que un perfil numérico afilado.

Nota: esta entrada ha sido repasada y corregida en 2024.

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2 respuestas

  1. Querido caballero, en este interesante par de artículos (por los cuales le felicito grandemente, así como por el resto del blog) creo que ha pasado por alto una motivación que, si bien es poco corriente (por fortuna, añado) no debiera ser ignorada: se trata de la pura y simple, execrable y sucia, primigenia y descarnada perversidad.

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    -Confiesa el hecho- dijo el duque- de que mas de veinte veces hundiste a desgraciados para halagar tus gustos perversos.
    -¿Mas de veinte veces?- dijo Durcet-. Mas de doscientas, amigo mio, y podría sin exageración citar mas de cuatrocientas familias reducidas a la mendicidad que no representan nada para mi.
    -¿Sacaste al menos provecho de ellas?- preguntó Curval.
    -Casi siempre, pero a menudo también lo hacía solo por esta perversidad que despierta en mi los órganos de la lubricidad; haciendo el mal tengo erecciones, encuentro en el mal un atractivo excitante que despierta en mi toda sensación de placer, y a el me entrego por el mismo, sin otro interés ajeno.
    –Ese es el gusto que mejor puedo concebir- dijo Curval- Cien veces he dado mi voto en el parlamento para ahorcar a desgraciados que yo sabía inocentes, y nunca cometí esas injusticias sin experimentar dentro de mi un cosquilleo voluptuoso allá donde los órganos de placer de los testículos se inflaman pronto. Juzgad lo que he sentido al hacer algo peor.
    –Es cierto- dijo el duque, que empezaba a calentarse manoseando a Zéphyr- que el crimen tiene suficiente encanto como para inflamar todos los sentidos sin echar mano de otros recursos, y nadie concibe como yo que las canalladas, incluso las mas alejadas del libertinaje, puedan causar la erección como las que le son propias. Yo que os hablo, he tenido erecciones robando, asesinando, incendiando, y estoy seguro de que no es el objeto del libertinaje lo que nos anima, sino la idea del mal, y que es solo por el mal que tenemos erecciones y no por el objeto, de forma que si el objeto estuviese desprovisto de la posibilidad de hacer el mal, no nos excitaríamos por el.
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    – Las 120 Jornadas de Sodoma, Marqués de Sade

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    -Este árbol lleva aquí milenios… desde los tiempos en los que no se distinguía el Bien de Mal…
    -Como ahora.
    -Ahora es mejor. Ahora se hace el Mal a propósito…
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    -Dialogo de «O Convento», de Manuel De Oliveira.

    Au revoir…

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